Pingüinos 2002. Crónica a la manera de Altaïr.
Enero 2002
Enero 2002
Narrado en tercera persona este relato narra nuestra primera estancia en las frias noches de la concentración Pingüinos bajo la (bandera?) del MCM.
Creo que esta salida marcó un antes y un despues. Nada volvió a ser lo mismo en nuestra relación con las personas del MCM. Quizás fue el principio del fin. Quizás solo el inicio de una nueva etapa.
El hecho es que el texto fue largamente criticado por quienes creíamos nuestros amigos por el trato "amistoso" que dábamos a los que se suponia debíamos considerar como enemigos.
Ciudadanos del mundo somos.
| La mezcla de humo y niebla espesaban la visión de tal forma que Sergio Altaïr tuvo que frotarse los ojos varias veces mientras trataba de encontrar el guante que se le había caído. La fría oscuridad del campamento apenas era rota por la fogata que frente a las tiendas de la expedición ardía desafiante.
Guillermo fue arrancando su Burgman 400 instando a Sergio a que se diera prisa,
- Venga tío que no llegamos, date prisa.
- Que yo sin mi guante no me voy a las antorchas, - replicó enseguida Sergio, - tiene que estar por aquí.
Fernando pacientemente, en silencio, calentaba su Burgman del 99. El resto del grupo seguía su conversación alrededor del cálido fuego. Finalmente, Sergio con un grito hizo saber a todos que había encontrado su guante. Tan rápido como pudo mientras se ponía el casco cruzó el área de acampada y salto sobre el asiento trasero de la moto de Guillermo – Venga vamos, vamos.... vámonos al desfile de las antorchas!
Había sido una noche bastante movidita. Como casi siempre Sergio Altaïr dejó para el final todos los preparativos del viaje y como casi siempre se encontró con sorpresas. Su saco de grandes gestas invernales no se encontraba donde el pensaba y tuvo que buscar en los distintos emplazamientos de la geografía española en los que creyó podía estar. Debido a ello la tarde la empleó en acercarse a las tierras donde duerme el Hamlet, desalojar todos los emplazamientos de estiba de la nave para renunciar finalmente a la búsqueda del único saco “en condiciones” que poseía.
En la víspera de todos los viajes Sergio siempre veía como la noche corría veloz y esta no era una excepción. La ropa, la linterna, la tienda, los víveres de primera necesidad, el socorrido papel higiénico, la vieja cámara de fotos... casi todo estaba ya preparado para ser “instalado” sobre la paciente Altaïr.
El despertador sonó a la hora convenida y Sergio se levantó de un brinco. Preparó café y se dio una rápida ducha. Cogió la bolsa, el baúl, la tienda... y bajó al garaje para instalarlo lo mas rápidamente posible. La tarde anterior había quedado en hablar por teléfono con el presidente del Club al que pertenecía a fin de que le confirmara la salida definitiva de este hacia tierras del Norte. Sergio debería interceptar al grupo en el Km. 36 de la N-VI . Eran las 9.10 y Sergio no había recibido ninguna llamada. Sonriendo pensó que no quedaron en quien llamaría a quien. Decidió llamar a Luis Hexawing. Su teléfono comunicaba. – Mierda- pensó. Volvió a intentarlo. Seguía comunicando. - ¿Con quien demonios estará hablando?- . Su teléfono dio el aviso de que había recibido un mensaje. – Ajá. –Abrió el mensaje, “Póngase en contacto con su contestador”. – Vaya -pensó, -me parece que nos estamos comunicando mutuamente....
Arrancó a Altaïr y se dirigió al punto de encuentro. El mensaje era muy clarito. “Salimos ya”. Sergio no sabia exactamente cuanto tiempo habría tardado el contestador en avisarle pero suponía que debía de haber sido cuestión de segundos. Finalmente, sobre el puente que se eleva sobre el Km.. 36 de la N-VI, Altaïr se detuvo. El cielo estaba completamente descubierto y un bonito sol comenzaba a trepar sobre las pocas nubes que se veían a lo lejos. Constantemente se veían grupos de motoristas avanzar hacia el Norte. Los había que formaban parte de grupos muy numerosos y que estruendosamente pitaban y elevaban sus brazos saludando a la figura que formaba Altaïr y Sergio sobre el puente. Otros navegaban en solitario y no manifestaban ninguna actitud especial al pasar bajo el puente. Sergio seguía esperando con Altaïr al ralentí.
Tras unos largos minutos apenas pudo apreciar mirando cara al sol unas pequeñas y destellantes luces que avanzaban lentamente por el carril de la derecha. La primera de ellas llegó a la altura del puente y Sergio finalmente lo reconoció. Era la X9 que comandada por Fresu dirigía la expedición de megascooters hacia el Norte. Espero unos instantes y con el brazo elevado saludó al resto de la caravana que pasaba bajo el puente. Aceleró y salió disparado incorporándose a la autopista.
Los primeros instantes fueron más lentos de lo que él hubiera deseado. – Demonios, que rápido van. No los cojo.- Altaïr iba sorteando los perezosos coches que dirigiéndose al Norte asistían asombrados al cargadísimo y poco habitual trafico motociclista. Poco a poco fue acercándose a la última nave de la caravana que pronto pudo adivinar estaba comandada por el propio Luis Hexawing. Finalmente le alcanzó y tras unas señas de saludo se incorporó al grupo.
El viaje hacia el norte transcurrió con mayor lentitud de la que el MegaScooter Club Madrid esta acostumbrado con la única salvedad de que el miembro mas R del grupo llamado cariñosamente por todos PacoRRete, había cogido el canasto de las chufas y había impuesto su propio ritmo hasta el punto de separarse más tarde del resto. Tras una breve parada en las inmediaciones de Villalba donde se decidió cruzar el puerto de los leones por el túnel el grupo se detuvo mas tarde en la localidad de Villacastín donde el grupo pudo disfrutar de un suculento “desayuno motero” con el suficiente aporte calórico para enfrentarse a los “fríos” que les esperaban. Tras un pequeño intercambio de opiniones con la persona que regentaba el bar sobre el verdadero importe de los artículos consumidos, el grupo se puso de nuevo en marcha.
Manteniendo un crucero de 110-120 km/h la caravana de megascooters seguía la estela producida por el Fresu sobre su Piaggio. Según avanzaban por la 601 el trafico de motocicletas era cada vez mayor demostrando que algo grande se cocía en Boecillo. Las largas rectas de la carretera hacia que los intrépidos pilotos se fueran animando sobre sus monturas sobrepasando todos ellos a nuestro grupo megascootero produciendo algún que otro susto debido a sus fugaces apariciones.
El lento pero incesante andar les hizo llegar a Olmedo. Allí se detuvieron puesto que Guillermo y Fernando pasarían en un hostal la noche y pretendían apalabrar la habitación y dejar algo de equipaje. Mientras realizaban estas gestiones el resto del grupo esperaba fuera contemplando dos estupendísimos ejemplos de donde la personalización radical de una montura puede llegar. En efecto, Fresu y Druida analizaban técnicamente dos impresionantes Harleys que a los ojos de los más profanos en la materia eran dos motos bajitas, largas, muy bien pintadas, sin asiento de atrás y con ruedas cuadradas atrás.
El aparcamiento del Hostal estaba completamente abarrotado de motocicletas que como ellos se habían detenido para realizar ajustes hosteleros, descansar, charlar. Boecillo estaba ya muy cerca.
Guillermo y Fernando descendieron por fin las escaleras que daban paso al Hostal y el grupo de nuevo se puso en marcha. Tan solo unos 30 kms les separaban de su destino final cuando la cantidad de motocicletas que rodaban junto a ellos creció rápidamente. Apenas se veían coches en la carretera y estos eran de dos tipos. Los que iban despacio dejando paso libre a la ingente cantidad de motos y los que muy al contrario pretendían hacer valer su tamaño y potencia adelantando al grupo de forma más o menos alarmante. Fresu, en la cabeza del grupo, finalmente puso su intermitente a la derecha. Habíamos llegado a Boecillo.
Boecillo es una pequeña localidad enmarcada en el centro de la meseta castellana. Dispone de muy poca infraestructura hostelera pero si de unos campos verdes muy extensos. La zona de acampada prevista por la Organización era la conocida por los lugareños como el Pinarón. Esta se encuentra a casi 4 kms del pueblo. Fresu guió su Piaggio hasta el cambio de sentido y paró en el Stop. El resto del grupo fue apelmazando sus megascooters junto a él. La carretera que llevaba al Pinarón estaba infestada de motos de todo tipo. Fresu seguía esperando un hueco libre para poder pasar el Stop e incorporarse a la vía. La Guardia Civil trataba de controlar la avalancha de vehículos que trataban de cruzar la carretera. Finalmente un hueco libre. Fresu aceleró. El resto del grupo le siguió.
Antes de llegar a la zona de acampada la carretera da entrada al nuevo Parque Tecnológico que la Junta de Castilla y León esta instalando junto a Boecillo. Fresu de nuevo dirigía la caravana hacia la zona de acampada. De repente, la retención. En efecto en las inmediaciones de la zona de acampada la aglomeración de motocicletas impedía la libre circulación de la carretera. Los coches se detenían rodeados de motos que trataban de avanzar por cualquier hueco, creando en realidad 3 carriles donde solo había uno central: Tapón de motos adelantando coches; Coches; Tapón de motos adelantando por el arcén.
El grupo fue poco a poco avanzando tratando de no perder su cohesión mientras se acercaba a la entrada de la zona de acampada. El despiste era general. El grupo tenia que registrarse pero nadie sabia donde. debía de instalar su campamento, pero de nuevo tampoco nadie sabia donde. De repente, entre la masa que se agolpaba en los arcenes de la carretera apareció PacoRRete. Llevaba esperando al grupo un rato largo y en cuanto Fresu le vió salió de la vía a su encuentro. El resto les siguió.
Tras los saludos iniciales se planteó que había que buscar un lugar de acampada rápidamente para evitar problemas de espacio. El colapso a la entrada del recinto era cada vez mayor por lo que el grupo se planteó la posibilidad de establecer su campamento fuera del Pinarón, en un claro que encontraron mas o menos acogedor. Tras un rato de deliberación el grupo decidió enviar a dos expedicionarios a la entrada de la zona “oficial”. Deberían de descubrir si era posible “inscribirse” y en definitiva si había sitio de acampada aún. Fresu se presentó voluntario y fue acompañado por otro miembro del MCM que debido a un fallo en las fuentes informativas este narrador no puede precisar.
El resto se quedo allí, en el claro, valorando la posibilidad de acampar en ese lugar. Sergio Altaïr saco rápidamente una cerveza y comenzó a degustarla como si fuera la primera de su vida. Nadie quiso seguirle en el deleite salvo PacoRRete que finalmente desechó la idea debido a la temperatura de la cerveza. El resto fumaba, hablaba y todos comentaban el frío que hacia y el que seguramente iban a pasar esa noche. Sergio seguía bebiendo su cerveza. El suelo era mullido y cada uno había sujetado su moto con mayor o menor cuidado como había podido. De repente a Sergio le pareció ver moverse la única Silverwing que había venido con el grupo. Su dueño, Gerardo, equipado con un llamativo sombrero hablaba y hablaba. Sergio agudizó la vista para desechar la idea de que lo que creía ver era efecto de su bebida y como quien narra un hecho inevitable elevó la voz tranquilamente diciendo – esa Silverwing se cae... Gerardo saltando corrió hacia su Silverwing, que segundo a segundo iba perdiendo la verticalidad mientras su pata de cabra se hundía en la blanda arena, alcanzándola y devolviéndola a su posición inicial.
De repente, el teléfono de Luis Hexawing sonó. Era Fresu indicándole que fueran todos hacia allí, que si, que había que inscribirse y si, que finalmente había zona libre de acampada. El grupo se movilizó arrancando sus peculiares motocicletas. De nuevo en la carretera el bloqueo de vehículos impedía que el grupo fuera más o menos unido hacia la entrada de la zona. Ya en la incorporación se separaron quedándose un grupo más separado formado por Gerardo que con su Silverwing 600 avanzaba pesadamente y Sergio Altaïr que... con su cerveza móvil tampoco avanzaba muy rápido.
Tras un buen rato llegaron a la zona de aparcamiento de las taquillas donde la organización a cambio de 12 euros entregaba el “cóctel” de productos incluidos en el registro. Gerardo y Sergio fueron avanzando lentamente buscando un sitio para dejar sus monturas cuando se toparon de frente con José Luis Pingüino, que aunque había decidido no acudir a la concentración con el resto del Club no había querido perderse el participar en el evento con sus amigos de siempre. Su rostro, endurecido por una incipiente barba, se convirtió en una enorme sonrisa al ver a los rezagados del MCM. Aparcaron juntos y se despidieron. Gerardo y Sergio se introdujeron en la multitud tratando de llegar a la ventanilla para adquirir los papeles de registro. Una vez lo consiguieron volvieron velozmente hacia sus vehículos y arrancándolos se perdieron en la lenta caravana que poco a poco iba entrando dentro del recinto.
La zona de acampada que recibe el nombre del Pinarón esta completamente cerrada por una valla y es un pinar que rodea un enorme edificio que debió ser construido con la idea de albergar en su interior un inmenso centro empresarial, una fabrica o cualquier otra curiosa actividad de las que depara el mundo moderno. El Pinar dispone de una serie de caminos que a modos de arterias permiten el desplazamiento de vehículos durante todo el año por el recinto. Todo el año menos los días que dura el evento denominado Pingüinos. El constante devenir de motos entrando y saliendo de la zona de acampada impedía el circular normalmente por estos caminos que estaban completamente colapsados. Las motocicletas avanzaban lentamente, muy lentamente, agolpándose unas a las otras. Gerardo seguía a Sergio que con pequeños giros de acelerador hacia avanzar a Altaïr acompañando el lento torrente motero.
Una vez dentro del recinto tardó tiempo en ver a Luis Hexawing que junto con Chema se habían detenido para esperarles. El resto del grupo había continuado dentro de la caravana que como la sabia avanzaba milímetro a milímetro hacia dentro del Pinar. El teléfono de Luis volvió a sonar. Alguien del grupo le indicaba donde habían decidido acampar. – Rodear el edificio por la izquierda y justo detrás ahí estamos. Las 4 motos se incorporaron al lento torrente.
Cuando consiguieron llegar al emplazamiento Fresu y José Luis Helix ya estaba realizando los primeros preparativos para la instalación de sus correspondientes tiendas de campaña. El emplazamiento elegido estaba junto a una fogata que ya estaba completamente rodeada de tiendas de campaña por lo que el espacio no era especialmente amplio. Las tiendas iban a quedar contiguas frente a la fogata estableciendo el Frente Megascootero. Fresu ayudado por Luis y Raúl ya estaba completamente metido en faena cuando Sergio se acercaba empujando a su Altaïr para iniciar la descarga de sus pertrechos. El lugar que se había designado para colocar su tienda era el siguiente a la tienda de José Luis Helix por lo que quedarían todas ordenaditas en función de su tamaño. Sergio sacó una nueva cerveza y comenzó a explicar a los que le escuchaban que su tienda era muy pequeñita y que había recibido el nombre de Burbuja debido a su especial y casi ridículo tamaño.
Habian terminado ya Fresu y Helix su trabajo de instalación cuando aún Sergio, entre trago y trago, ultimaba los detalles de instalación de su tienda. El grupo hablaba gentilmente mientras comenzaban a establecer “relaciones” con los vecinos de campamento y se calentaban los miembros en la fogata. Por fin Sergio terminó y el grupo decidió terminar con los trámites de inscripción y dar una vuelta por la zona de acampada.
En su lento caminar el grupo observaba asombrado las diferentes motocicletas que iban encontrando a su camino escuchando los comentarios más o menos técnicos que algunos se atrevían a dar. Llegaron así al área que la Organización había denominado como Plaza Pingüinos. Allí, una compleja sucesión de enormes tiendas instaladas de forma rectangular daba cobijo a bares, restaurantes, tiendas de recuerdos y regalos, de accesorios moteros, chupas de cuero y flecos... Dentro de los 12 euros de inscripción estaba incluida la degustación de un “Caldo Pingüinero”. El grupo se acercó a la tienda donde realizaban el racionamiento del manjar y con su caldo en la mano (la alta temperatura a la que era servido hacia imposible su ingestión inmediata) continuaron su paseo. Entre tienda y tienda decidieron comer, agolpándose todos junto a una pequeña barra pidiendo todos como locos cerveza y bocadillos de panceta y chorizo.
Una vez hubieron calmado sus estómagos el grupo siguió su lento paseo por las diferentes instalaciones que configuraban la Plaza Pingüinos. Finalizado el trayecto inicial volvieron a su campamento base. Allí comenzaron a debatir que deberían de buscar víveres para realizar la cena que tal y como estaba planeado desde un principio se realizaría en la propia fogata del campamento.
Lentamente el grupo fue desperezándose y colocándose de nuevo la ropa de abrigo. Uno a uno fueron arrancando sus Megascooters y serpenteando entre las tiendas de campaña acercándolas al camino. Una vez el grupo estuvo completo salieron del área de acampada en busca de víveres. Fresu de nuevo dirigía la marcha. El resto seguía la expedición que se incorporo de nuevo a la 601 deteniéndose de nuevo enseguida en una gasolinera para repostar.
Una vez terminaron este áspero tramite de todo viaje volvieron de nuevo a dirigirse a la compra de víveres. De nuevo Fresu tomó un desvío. La llamativa caravana siguió introduciéndose en las calles de una localidad satélite de Valladolid. Lentamente realizaron un cambio de sentido. Algunos del grupo, los que menos se enteraban de lo que en la cabeza se cocía pensaron que el guía Fresu se había equivocado. El grupo sorpresivamente se detuvo puesto que parecía que nuestro “apache” parando a la altura de una persona que caminaba por la acera iba a preguntar por el camino mas corto hacia nuestro destino. Pero nada más lejos de su verdadera intención, puesto que en una previa conversación telefónica Fresu había quedado con un viejo compañero de aventuras cicloturistas (cuyo nombre debido a las fuentes este narrador no ha podido recordar). La cola de la caravana pudo observar extrañada como tras los saludos iniciales Fresu de nuevo monto sobre su Piaggio iniciando de nuevo la marcha hacia el lugar donde nos venderían los víveres.
Tras unos muy breves metros llegaron a un Supermercado donde aparcaron con ligereza los megascooters. PacoRRete comenzó a plantear un cambio en sus planes iniciales. En un principio pensaba abandonar el campamento megascootero para irse a dormir a la localidad de Toro a la casa de un familiar. Viendo el ambiente de cordialidad del grupo pensóselo mejor queriendo hacer noche “fría” junto al resto del grupo. La tienda de José Luis Helix era suficientemente amplia como para dar cobijo a dos personas por lo que no habría problemas de espacio. Sin embargo PacoRRete no estaba preparado para hacer noche en el campamento puesto que carecía de saco de dormir, por lo que planteó la necesidad de acudir a un establecimiento donde este se pudiera adquirir.
Mientras PacoRRete informaba de sus nuevas intenciones el amigo de Fresu se había acercado andando hacia el grupo. Fresu le presentó conociendo en este momento todo el grupo el “misterioso” abrazo que habían observado desde lejos entre el cabeza de grupo y la extraña figura de la acera. Allí en la puerta del supermercado todos hablaban y hablaban. Tan solo una figura permanecía quieta. De nuevo equipado con su sombrero Gerardo estaba mas callado que de costumbre. Miraba hacia el horizonte mientras trataba de afilar su olfato, buscando alguna pequeña muestra de que la desgracia había ocurrido.
Nada mas llegar al supermercado, Raúl le pidió a Gerardo que le dejara probar su enorme Silverwing. Como todo al que le piden esto Gerardo accedió sonriendo, pero su semblante interno se conmovió. Ahora esperaba la vuelta de su moto, cuando un sonriente Sergio se le acercó diciendo – no te importará dejármela a mi también ¿verdad?. Gerardo, con un pequeño retortijón de tripas, volvió a sonreír.
Por fin llegó Raúl . Sergio se acercó. - ¿qué tal?. Raúl sin bajarse comentaba a los que a su alrededor fueron reuniéndose que andaba como un demonio, que tenia una “patada” tremenda, que le daba mil vueltas a la Burgman. Se bajó. Sergio cogió el manillar y de un ágil saltito se subió. En seguida notó que era un poco mas alta que su querida Altaïr, pero la disposición del asiento le acercaba mucho más al manillar dando la sensación de quedar mucho mas recogido.
Aceleró separándose del grupo. Rápidamente se dio cuenta de que la disposición del suelo de la Silverwing permitía colocar los pies en una posición no tan adelantada como la de la Burgman pero si mucho mas recogida frente a la inclemencia del tiempo. La distribución de la información del tablero era clara y abundante. Sergio se fijó en el cuentavueltas situado en el reloj de la izquierda. La aguja ascendía alegremente mientras la Silverwing iba adquiriendo velocidad. La calle era recta. Miró por los espejos viendo con desagrado que estos apenas se separaban de su torso teniendo que compartir la visión posterior con el brazo lo que dificultaba bastante su uso.
Consiguió llegar a una pequeña carretera. Aceleró. La salida era impresionante. Los dos cilindros bombeaban potencia de forma constante desde muy abajo permitiendo que el monstruoso scooter pasara de 0 a 100 en un suspiro. Sergio supuso que esta era la “patada” a la que Raúl se refería. Desaceleró llevando la velocidad a 80 km/h. Volvió a acelerar. La inicial lenta respuesta de los 4 tiempos quedo totalmente enmascarada por un variador que eficazmente permitió que de nuevo los dos cilindros sorprendieran a Sergio poniéndose el scooter rápidamente a 140 Km/h. Decidió mantener la aceleración que no era ni mucho menos a tope de gas. 150 km/h. La aguja del cuentavueltas estaba situada en los 7.000 rpm y la zona roja quedaba mas allá de las 9.000!. Dió la vuelta y emprendió el regreso sonriendo.
PacoRRete quiso también probar la montura de Gerardo pero como debido a la necesidad de comprar el saco de dormir el grupo decidió partir ya hacia Valladolid donde habría cualquier Centro Comercial. Gerardo no tuvo reparos en llevar la Burgman de PacoRRete hacia Valladolid mientras éste hacia lo propio con la Silverwing. La caravana volvió a la carretera pudiendo todos asistir a como PacoRRete aceleraba, frenaba, volvía a acelerar, exploraba en los “flaneos” de la Silverwing y en definitiva se sorprendía de lo bien que iba la moto.
Llegaron por fin al aparcamiento del Centro Comercial de turno donde agolparon sus megascooters, y desarmados de sus habituales cascos entraron dentro de un Gran Almacén a hacer la compra. Sin duda era cuanto menos una situación extraña para todos ellos. Verse las caras unos a otros entre huevos, carne, calcetines y demás género habitual de un gran almacén era tierra fértil para bromas, comentarios jocosos y en definitiva muchos buenos puntos que fueron surgiendo entre las conversaciones. PacoRRete, ya recuperado de la prueba de la Silverwing se perdió entre multitud de artículos de camping buscando su equipo de explorador. Fresu, Raúl, Luis y Chema fueron discriminando los distintos artículos que deberían dar alimento al grupo en la noche. El resto les seguían de lejos entreteniéndose en este o aquel articulo.
Sergio cayó en la cuenta de que había olvidado su pantalón de lluvia por lo que ayudado por Druida eligió el más apropiado por si acaso.
- Creo que me llevaré éste.
- Hombre Sergio no sé, yo creo que te pega más el azul.
- Si, pero es que ese es muy grande para mi
- (Rebuscando en el montón) Mira este es más pequeñín
- Si ya , pero yo creo que demasiado pequeño ¿no?
Llegó el momento de pasar por caja. La cajera se sonrió al ver el grupo. Fresu, Luis, Chema y Raúl pasaron primero los artículos que habían decidido. Luego siguió PacoRRete que había encontrado una bolsa que prometía mantener en su interior el kit completo para convertirlo en explorador. La cajera buscaba por todos lados el código de barras que permitiera determinar su precio. José Luis Helix leyó los textos que adornaban la bolsa. – Oye PacoRRete, parece que lleva mochila. - ¿Lleva mochila?, ostia que guay. – Si, pero PacoRRete ¿has visto si esta dentro? – Andá no tío... – Pacorrete interrumpió a la cajera, - espera déjame ver si esta la mochila en la bolsa... mmm.. pues no esta.... espere que me voy a por la mochila.
La cajera apartó la bolsa de PacoRRete, saliendo este zumbando al departamento de “exploradores” a buscar su mochila. El resto del grupo se agrupó en las mesas que estaban colocadas frente a un restaurante de comida rápida al espera de PacoRRete con su equipo explorador. Fresu, Chema y Luis decidieron que tenían hambre y entraron dentro del restaurante en búsqueda de alimento. El resto se sentó descaradamente. PacoRRete apareció ya sonriente con una maravillosa mochila de explorador en la rápidamente introdujo el resto de su equipo, el saco de dormir y el correspondiente aislante. Todos reían, charlaban y seguían bromeando mientras los otros 3 terminaban su correspondientes hamburguesas. Cuando terminaron el grupo se puso de nuevo en movimiento.
Al pasar por una cafetería el grupo entro dentro ocupando una mesa dispuestos a beberse todo el café del mundo. Luis y Chema acompañados por Sergio quedaron fuera pues no querían tomar café y no veían muy claro el espacio sobrante en el local. El resto de la panda acomodados ya en una mesa al ver que no entraban resolvieron renunciar a su café levantándose y saliendo del local. Raúl sin embargo en el ultimo momento cambió su rumbo, dirigiéndose a la barra y tomóse un rápido café con leche mientras los demás esperaban fuera.
Ya a la caída de la noche el grupo llegó al Pinarón. Habia más motos que antes, mas gente que antes, mas ruido que antes y en definitiva más bullicio que nunca. Poco a poco avanzaron entre la masa hasta alcanzar el emplazamiento de su campamento. Allí la pancarta que Fresu había preparado rezaba Megascooter Club Madrid y ese era el lugar donde cualquier megascootero debería sentirse como en casa. Aseguraron sus monturas tras las tiendas, se despojaron de los cascos y demás protecciones y se prepararon para acercarse a degustar la “cena pingüinera”, ofrecida también por la Organización para los Inscritos. La panda megascootera hizo cola toda agrupada. Una vez servidos se agruparon todos frente a una barra preparada para tal efecto de pie degustaron unas patatas asadas con un fuerte sabor picante acompañadas por un chusquito de pan y una naranja y todo ello regado por un pequeño vaso de vino rosado. Esto hubiera servido de aperitivo de la cena si no hubiera sido por la premura con la que el grupo acudió a degustarla, puesto que apenas eran las 20:00 horas cuando el MCM terminó con sus patatas, lo que hizo que fuera más una merienda y comenzó una nueva expedición por el área de acampada.
Tras la excursión por todo el ambiente pingüinero, la pandilla megascootera se devolvió a su campamento base. Allí la fogata desafiaba las primeras gotas que empezaban a caer. Sergio comenzó a maldecir el afinado olfato del metereologo oficial del MCM. - ¡joder es que no falla!... “asegurar la impermeabilidad de las tiendas”... que cabroncete... El grupo comenzó a beber cerveza. Junto a la hoguera estaban sentados nuestros vecinos de campamento. Unos cuantos decidió que se iba a tomar la cena pingüinera y nos cedió el sitio. El resto eran dos pertenecientes a un grupo de jóvenes adolescentes que a lomos de sus scooters de 50cc habían venido desde Badajoz. Luis Hexawing les ofreció una cerveza. Los dos la aceptaron. Uno dio las gracias. El otro no dijo nada.
Se comenzó la típica conversación con la típica discusión. – Vuestras megas son muy cómodas, así cualquiera... Nosotros venimos mas despacio, es mas duro- El otro bebía la cerveza en silencio. Sergio quiso zanjar la típica conversación con la típica discusión de la típica forma -sois mas jóvenes. El callado levanto la mirada. Sus 16-17 años de duras experiencias, duras costumbres, los años trabajando en la construcción, en el campo, las miserias y vejaciones soportadas le hicieron mirar penetrantemente a Sergio Altaïr y contestar al estilo de John Rambo hablando con el coronel Truman: -eso habría que verlo!. Sergio calló. Dió otro trago a su cerveza... y pensó que en verdad la vida había tenido que tratar muy mal a aquel chico que había perdido de forma tan rotunda la perspectiva del paso del tiempo.
Y así... hablando de cosas típicas en una concentración de motos, que como supondrá el amable lector no son otras que motos, gestas moteras, averías moteras y mas motos... fue pasando el tiempo y las cervezas... hasta que por fin Fresu dijo que era el momento apropiado para empezar a preparar los alimentos que supondrían el aporte calórico del que dispondría el grupo para combatir el frío de la noche. Y de esta forma se dispuso de una parrilla en la que se introdujo cantidad de productos cárnicos que acompañados de pan todos fueron ingiriendo alegremente regándolos con más cerveza.
Y una vez finalizada la ingesta de sólidos comenzó la ingesta de líquidos de gran aporte calórico que con fines terapéuticos Chema había traído. Whiskey con Whiskey es sin duda un buen cóctel de inspiración motero, pero dentro del grupo había quien se lo servia con coca-cola, con limón.... La hoguera seguía siendo el centro sobre el que se reunía el MCM mientras seguían conversando y bebiendo haciendo caso omiso de la lluvia. La noche avanzaba velozmente acercándose uno de los momentos más importantes de la concentración pingüinera, el desfile de las antonchas.
Guillermo preguntó si alguien quería acudir. Eran las 23:30 cuando el grupo comenzó a decir que les daba pereza, sacar la moto, mas gente, tapón de motos, lluvia. Alguno llegó incluso a decir que no iba a llegar a tiempo. Guillermo siguió preguntando. Tanto él como Fernando debían de volver a Olmedo para pasar la noche por lo que habían dejado sus motos cerca del camino de salida del Pinarón. Fernando manifestó también que quería ir a la antorchas. Tras rellenar su copa de whiskey Sergio dijo que si le llevaban el iba a las antorchas. Tras acceder Guillermo alegremente, fue corriendo a por su casco y guantes y al regresar a la hoguera se dio cuenta de que había perdido un guante en su camino. Regresó en su busca.
La mezcla de humo y niebla espesaban la visión de tal forma que Sergio Altaïr tuvo que frotarse los ojos varias veces mientras trataba de encontrar el guante que se le había caído. La fría oscuridad del campamento apenas era rota por la fogata que frente a las tiendas de la expedición ardía desafiante.
Guillermo fue arrancando su Burgman 400 instando a Sergio a que se diera prisa,
- Venga tío que no llegamos, date prisa.
- Que yo sin mi guante no me voy a las antorchas, - replicó enseguida Sergio, - tiene que estar por aquí.
Fernando pacientemente, en silencio, calentaba su Burgman del 99. El resto del grupo seguía su conversación alrededor del cálido fuego. Finalmente, Sergio con un grito hizo saber a todos que había encontrado su guante. Tan rápido como pudo mientras se ponía el casco cruzó el área de acampada y salto sobre el asiento trasero de la moto de Guillermo – Venga vamos, vamos.... vámonos al desfile de las antorchas!
Guillermo aceleró lentamente su moto. Tras las ultimas horas de lluvia el arenoso suelo del Pinarón se había convertido en un pequeño barrizal que hacia que la rueda de atrás patinara constantemente. Sergio, en el asiento de atrás, trataba de degustar su copa entre patinazo y patinazo. Finalmente llegaron a la carretera. Habia menos trafico del que habían supuesto por lo que una vez en la carretera recorrieron velozmente los 4 kms que les separaban de Boecillo. Fernando seguía la moto de Guillermo donde Sergio manifestaba completamente su sorpresa al comprobar lo cómoda que puede llegar a ser una Burgman mientras la moto navegaba por el arcen de la carretera sorteando los diferentes coches que hay se habían bloqueado.
Sergio seguía tratando de apurar su whiskey, cuando sin comerlo ni beberlo se encontró con que alguien con un peto amarillo le daba una palo. – Es una antorcha Guillermo, es una antorcha!. Hay que encenderla!-. Guillermo continuaba guiando su Burgman por una calle que a modo de los encierros de San Fermín estaba completamente vallada. La gente se agolpaba contra las vallas tratado de ver el desfile de las motocicletas que tocando el pito, acelerando, realizaban este “paseo” en honor de los caídos. La comitiva se detuvo. Sergio estiró su brazo haciendo chocar su antorcha con la que llevaba otro copiloto que paró a su lado. Su palo comenzó a brilla en la oscura noche. Desde dentro apenas podían ver los rostros de la gente debido a la niebla que caía sobre Boecillo en aquel momento. Tan solo seguir el piloto y antorcha de la moto anterior era ya difícil. La comitiva comenzó su procesión. Sergio comenzó una pequeña coreografía homenaje a los caídos con su brillante antorcha. Izquierda adelante, izquierda arriba, izquierda atrás... subida rápida en dos tiempo sobre el eje del casco con lenta progresión hacia la derecha descenso hacia derecha adelante, derecha arriba, derecha atrás...
Y así fue continuando todo el recorrido hasta alcanzar la legendaria falla pingüinera, momento en el cual la antorcha que portaban Sergio y Guillermo, estandarte en ese momento de los buenos y profundos deseos del MCM con los caídos en la carretera, se apagó. Aparcaron en un hueco y junto a Fernando se dispusieron a asistir a la quema de la falla. En esto que una Burgman 250 que también formaba parte de la comitiva se detuvo a su lado. Guillermo Fernando y Sergio enseguida entablaron conversación con sus ocupantes (una Burgman se ocupa ¿no?). Debido a la falta de fuentes y en este momento mas que nunca..., este humilde narrador no puede ofrecer grandes detalles sobre los intrépidos megascooteros que se detuvieron junto a nuestros amigos. Eran una simpática pareja de origen asturiano que por motivos que no vienen al caso vivían en Valladolid. Conocían a Iñaki del MegaScooter Club de Asturias y estaban apuntados a su lista de correo. también demostraron a nuestros atónitos amigos que la fama del vicepresidente del MegaScooter Club Madrid había cruzado hacia ya mucho las fronteras locales en las que estaba instalado su grupo megascootero.
Asistieron juntos a la quema de la falla hablando de la Burgman 250, de la 400, de la Silverwing.... Sergio les contó que estaban instalados en el Pinarón, que habían venido muchos del MCM y que mañana vendrían mas, y que les habían dejado “pimplando” whiskey a la luz de una hoguera. Gentilmente nuestros amigos invitaron a los asturianos a acudir al campamento para compartir algo de whiskey junto a la hoguera y conocer así al resto del MCM que allí se había reunido. Los asturianos no tardaron en aceptar la oferta mientras abandonando la explanada donde se produjo la quema acercándose a los aparcados megascooters.
Una vez llegaron a ellos, mientras seguían charlando fueron arrancando sus Burgman. Guillermo consiguió colocar la suya junto a la vía e invitó a Sergio a subir. Este hablaba aun con el megascootero asturiano comentando tal y cual. Oyó a Guillermo que incesantemente le llamaba, se acerco corriendo a el por babor. Sin detenerse levantó la pierna izquierda apoyándolo en el reposapiés del pasajero. La inercia producida en la carrera y el apoyo de su pie hizo que se elevara gentilmente. Trató de pasar la pierna derecha a estribor con la idea de que su pie cayera sobre el reposapiés. La rodilla izquierda, apoyo único en ese momento del cuerpecito de Sergio falló. Fué ese fallo de rodilla que se produce cada mucho tiempo. Cuando de repente no se sabe cómo se dobla y cede volviendo a su postura inicial gracias a la fuerza del muslo. Sintió como se desestabilizaba. Sin duda el whiskey que llevaba dentro hacia poco por acelerar sus reflejos de forma que encontrara un lugar donde agarrarse. Empezó a perder altura. Sonó un estrepitoso bum. La gente, agolpada tras la valla, reía y reía. Todos los huesos de Sergio estaban en el suelo. Guillermo miró hacia atrás. Habia notado que Sergio comenzaba a subir... y lo oyó caer.
Gracias a las protecciones de su abrigo, Sergio se recompuso enseguida de su estrepitosa caída, subiendo lo mas rápidamente posible a la moto de Guillermo con idea de que este le sacara de allí. No quería seguir viendo como todos los viandantes reían y reían tras su caída. – venga vámonos Guillermo. Pero Guillermo no aceleró. No podía. Su casco subía y bajaba... al ritmo que su cuerpo daba saltitos producidos por una carcajada incontenible... e incontrolable. Tras unos minutos el grupo partió hacia el Pinarón.
La gente en la zona de acampada gritaba, saltaba, bailaba, hablaba, cantaba, continuaba comiendo, bebiendo. Las 3 Burgman entraron discretamente y enfilaron el camino hacia el campamento base del MCM. Definitivamente a las 00:10 horas había ya mas motos paradas que en marcha. Las hogueras iluminaban la zona de forma intimista que invitaba en cada rincón a seguir la cháchara. Llegaron al campamento base. Pararon las motos y se acercaron a la hoguera. Allí estaban aun “PacoRRete explorador” hablando con José Luis Helix quien al vernos sonrió profundamente. – Y el resto- preguntó Sergio. – Se han ido a dormir- contestó Helix. - ¿Queeee?, pero si traíamos a estos amigos asturianos... –
En efecto, Fresu, Chema, Luis y Raúl, agotados de las tan grandes emociones del día habían resuelto recogerse pronto a la camita, puesto que ya poco podía ofrecerles la noche que ellos ya no hubieran probado. Y así, Guillermo, Fernando, Helix, PacoRRete y Sergio mantuvieron conversación con la joven pareja asturiana comentando viajes, Burgmantunning, aventuras, caídas, averías....
Pronto Guillermo y Fernando tuvieron que partir, pues aun les quedaban los 30 kms hasta Olmedo y el no poder beber para evitar problemas con la benemérita no les permitía adquirir daba suficiente aporte calórico para luchar contra el frío. Mas tarde los asturianos por el mismo motivo abandonaron el campamento.
PacoRRete fue el siguiente en recogerse puesto que según confesó a los que aun quedaban en pie, estaba deseando probar su nuevo equipo de explorador. Y así fue como José Luis Helix y Sergio se quedaron para cerrar el campamento. Primero decidieron continuar con whiskey solo rellenando sus copas un cuarto y bebiendo traguito a traguito. Hablaron de la vida en sociedad, del trabajo, de las estrellas, de las vacaciones, del MCM. Otra copa. La noche iba avanzando en este momento de forma lenta e intima. La hoguera abrazaba la conversación que los dos expedicionarios habían entablado. Otra copa mas. El colegio, los niños, las motos de trail, las de turismo, dormir en tiendas de campaña, los barcos, los sacos de dormir, los coches, la socorrida mili. Se había acabado el whiskey. Solo quedaban 3 cervezas, una para cada uno. Pssf, Pssf... La calçotada del pasado año, la que viene, los cortes de encendido, lo que falla mas en una Burgman, lo malo que son los telediarios, lo divertido que es el euro, lo bonita que es la varadero, que no dejaba de llover, Vinuesa, el intercambio de opiniones, los buenos rollos, los malos, informe semanal. Quedaba poca cerveza, la Hemeroteca, las navidades, los reyes magos, las averías de Altaïr, Ártico, “PacoRRete explorador”.... compartieron la ultima cerveza.
Eran las 3:45 cuando Sergio Altaïr se introdujo con dificultad en su burbuja tras quitarse los zapatitos. Quitóse el abrigo y el pantalón y cayo completamente dormido sobre el saco. Pasado un tiempo que no pudo determinar sintió un frío terrible en sus pies, -claro-pensó-meteté en el saco gilipollas. Y así lo hizo, se metió en el saco y volvió a caer dormido. Pasado otro tiempo que tampoco pudo determinar volvió a sentir el mismo frío en los pies, -claro-pensó-ciérrate el saco gilipollas. Y así lo hizo, cerró, la capucha, apretó los cordones. Y pasado otro tiempo que esta vez si pudo determinar, cuestión de un minuto, oyó una voz que guturalmente hacia saber a los que le escuchaban sus propósitos. – Yo me voy a casa-decía. Sergio se sacudió tratando de encontrar una posición mas cómoda. Cerro los ojos. Trató de dormir. En ese momento las RRs de PacoRRete sonaron mas cerca que nunca. Sergio estaba desesperado. No podía dormir. Y necesitaba dormir y quitarse el estupor que los vapores del alcohol le habían producido.
La voz gutural parecía ahora hablar al ritmo de las RRs de PacoRRete. Sergio poco a poco fue cayendo en un profundo sueño. El sol comenzaba ya a iluminar el campamento.
- Sergio, Sergio, tío que nos vamos a dar una vuelta!
- Que... ehh....que dices.. que os vais... pero ya habéis desayunado?
Raúl quiso despertarle antes de abandonar el campamento junto al resto. Se habían levantado bien temprano y habían acudido a desayunar mientras Sergio dormía placidamente. Ahora se iban de excursión por la zona de acampada. Sergio se auto extrajo del saco del que formaba parte y salto fuera de la burbuja.
- Ah.. que ya habéis desayunado?.
- Si -contestaron... y ahora nos vamos de exploración
- Pero si son solo las 9.00, bueno, pues vale.
Sergio estaba desconcertado. Su aun lenta neurona trataba de procesar la información que le llegaba. Se habían levantado... se habían ido a desayunar... y el se lo había perdido... pues vale resolvió. Guillermo y Fernando parecían encontrarse en la misma situación. Acababan de llegar de Olmedo cuando vieron que el grupo estaba ya desayunado y marchaban de exploración. Los tres decidieron ir a desayunar juntos.
Y fue así como se tragaron la cola, que poco a poco iba creciendo según los intrépidos motoristas levantaban y acudían a por el “desayuno pinguinero”. Este estaba compuesto por 1 huevo frito acompañado de una lonchita de jamón serrano, regado por un zumito de naranja y vuelto a regar por un enorme café con leche en el que se suponía deberían de mojarse los bizcochos que también se suministraban. Una vez debidamente “cepillado” el mencionado desayuno Fernando, Guillermo y Sergio volvieron al campamento.
Allí les estaba José Luis Helix que había decidido no marchar de exploración esperando a los recién desayunados que lógicamente decidieron irse también de exploración, puesto que en el campamento base poco había que ver. Y fue así como avanzaron entre los restos de la gran fiesta que se había realizado el día de ayer y se tomaron un segundo y tercer café...
Cuando regresaron al campamento Fresu, Luis, Chema y Raúl habían comenzado ya a recoger su tienda de campaña. José Luis Helix al llegar comenzó a desmontar la suya ayudado por “PacoRRete explorador” que hacia gala de sus virtudes que solo la aventura sabe dar. Sergio también comenzó el desmontaje de su burbuja.
Todos habían terminado ya teniendo sus monturas convenientemente cargadas. Todos menos Sergio, que lentamente, como si deshiciera su propia casa, iba desmontando y cargando en Altaïr los distintos pertrechos. Hoy era el día del encuentro con el resto de miembros del MCM que habían decidido acercarse a la gran concentración invernal. Todos hablaban ya relajadamente. En esto que una Burgman plateada se acercó al campamento. Sergio seguía recogiendo tratando de no llevarse demasiado barro a casa por lo que apenas prestó atención a los recién llegados. Estos eran Halcón y su hija... (cuyo nombre debido a los motivos anteriores este agotado narrador no recuerda). Halcón había salido desde Villalba y recorrido toda la ruta en solitario. Comentaba que había venido muy despacio con la esperanza de que el resto de megascooteros le alcanzara, cosa que no había sucedido, por lo que se encontraba muy pesimista con respecto a su llegada.
El grupo comenzó a pensar que quizás debido a la incesante lluvia el “MCM mas dominguero” había cambiado de idea, renunciando a acudir a la concentración. A esto además se añadía el desanimo producido por la noticia de que Enrique Newman, conocido por su incansable animo, había tenido que renunciar debido a una caída mientras realizaba trial que le había fastidiado una mano. Sergio continuaba recogiendo su burbuja.
En esto que finalmente decidieron acudir a la Plaza Pingüinos para asistir al sorteo de los distintos regalos que entre los inscritos se iba a realizar. Sergio terminó justo a tiempo para salir a la cola del grupo que rápidamente quedó separado en dos. La ingente cantidad de gente que había pensado lo mismo era tal, que o se andaba de la mano, o era muy muy difícil mantenerte pegado al delante, por lo que el grupo se separó. Quedaron rezagados pues José Luis Helix, Halcón, su hija y el callado Sergio. De pie, bajo la incesante lluvia asistieron con creciente desánimo a la entrega de premios y sorteo.
Cuando este hubo terminado se dio el pistoletazo que ponía fin a la concentración. Toda la masa de gente que ocupaba la Plaza Pingüinos se dispuso a acercarse a sus motos, ultimar preparativos e iniciar el retorno a casa. Helix, Halcón, su hija y Sergio Altaïr se dirigieron al campamento base preguntándose donde estaría el resto del grupo. Pronto los vieron. En las inmediaciones del campamento estaban dando la bienvenida a la sección dominguera del MCM que sin dar tregua al desanimo habían llegado hasta el Pinarón en busca de los mas gallardos que se habían atrevido a pasar la noche. así tras las X9 500 que comandaron Pepe Piaggio y Salva llegaron Burbita, Toño, Rufino y Virginia, Miguel Angel....
Saludos, presentaciones, mas saludos, como estas?... El grupo se reunía de nuevo. Faltaban algunos pero no les echaban de menos pues todos se veían a todos en el corazón. El toque de corneta anunciando el regreso había sonado hacia ya un rato por lo que el crecido grupo se puso en marcha, parando en una gasolinera cercana pues los recién llegados necesitaban repostar.
El grupo aquí se separó en dos. Los que volvían a casa y los que se detendrían a comer en el Espinar. A pesar de que la ruta seria la misma el primero no quiso esperar a que terminaran de repostar los recién llegados y comandados por Fresu partió antes de la gasolinera. En este primer grupo iban Fresu, Luis, Chema, Raúl, Helix y Sergio. En la gasolinera quedaron los demás.
Una colérica lluvia era acompañada de pequeñas rachas de viento que hacían aun mas difícil la conducción. Los 5 megascooters se mantenían unidos con grandes distancias de seguridad debido al casi inundado asfalto. Sergio se mantenía en 3ª posición. mantenía una silenciosa batalla con el vaho que se acumulaba sobre la pantalla de su casco y los cristales de sus gafas. Gracias a la ayuda que Druida le había presta el día anterior en la elección de los pantalones de agua podía luchar mas o menos contra la humedad, manteniendo las ropas bajo su abrigo mas o menos secas.
Fresu marcaba un ritmo de 100-110 km/h que siendo muy seguro por el estado de la vía ponían estaban poniendo a prueba la paciencia de Sergio. Estaba a punto de dar un acelerón y sobrepasar a la cabeza del grupo cuando observo que sus compañeros posteriores habían quedado atrás. En efecto, una segunda-tercera-cuarta comprobación le revelaron que Chema y Luis no estaban donde deberían. Disminuyó la marcha viendo como el resto del grupo seguía su lenta pero incesante marcha. No veía ni rastro de ellos. La lluvia apenas dejaba ver las cosas medio claras hacia delante por lo que la visión posterior era casi inexistente. Disminuyó mas la marcha, 80-70-60... Constamente era superado por multitud de motocicletas, pero ninguno de ellos eran Luis y Chema... comenzó a preocuparse. – Mira que si ha pasado algo- se dijo.
Se mantenía a 60 km/h circulando por el arcen mirando constantemente el empañado retrovisor de Altaïr cuando fue superado por Chema. Este no dijo nada, no toco el pito, no giro su casco, no dio una ráfaga. Pero no hacia falta. Sergio comprendió en seguida que la luz que le seguía era Luis Hexawing, por lo que retorció la oreja de Altaïr colocándose entre Chema y Luis que hacia de cola del grupo.
Y de esta manera, luchando contra el viento y el agua la cola del primer grupo llegó hasta Villacastin, donde Fresu, Helix y Raúl acababan de llegar. Pararon todos en la misma cafetería que había servido el refrigerio en la expedición del día anterior en busca de otro para la vuelta. Fresu, Raúl, Luis y Chema decidieron comer allí un bocadillo. Mientras esperaban el segundo grupo que salió de la gasolinera alcanzó al primero y sin detenerse siguió su camino hacia El Espinar. Helix salió del local y saludó a Salva que detuvo su X9-500 para saludar.
De nuevo en el interior Helix y Sergio hablaron de tomar la autopista para volver lo antes posible a Madrid. Esto fue puesto en conocimiento del resto del grupo que en ese momento devoraban unos estupendos bocadillos. Tras deliberar durante un rato, Fresu, Luis, Chema y Raúl decidieron volver atravesando el puerto de los Leones. Sergio pensó que lo que quería era ya poner punto y final a esta aventura por lo que acompañado por Helix se despidieron del resto y partieron hacia la autopista bajo la incesante lluvia.
Salieron de Villacastín y continuaron por la carretera hasta alcanzar San Rafael, donde se desviaron para alcanzar la entrada de la autopista. En el peaje podía divisarse un tremendo tapón que colapsaba la A-6. – Lo mismo es un control de la guardia civil para pillar a los que vayan piripis-dijo Helix. -¿quieres que nos volvamos por el puerto Sergio?. –Hombre he tomado una cerveza... no creo... aunque a lo mejor quedan restos de ayer... venga nos la jugamos. Pasaron el peaje de San Rafael descubriendo en seguida que el tapón que colapsaba la A-6 no era otro que el producido por todas las motos en el peaje propio de la autopista que debido a la lluvia tardaban una eternidad en pagar.
Cruzaron velozmente el túnel entrando en seguida en la comunidad de Madrid. Sergio abría en esta ocasión la marcha imponiendo un ágil ritmo de 130 km/h. Pronto llegaron a Villalba y mas tarde a la salida 36 de la N-VI donde acompañado de pitos, y saludos Helix y Sergio se separaron.
Altaïr continuó el lento recorrido que le llevaba a casa, entrando en el garaje de esta a las 15:20 minutos. Sergio paró su moto. Quitó el baúl y subió arriba. Allí empapado de agua Cristina saltó sobre él, - ¿qué tal cariño?- le preguntó. Sergio se sacudió el agua del cabello, hizo una mueca comenzó a responder.... pero esa... esa es otra historia.
joder!!!! F E L I Z N A V I D A D!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Ws Altair
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